21
febrero

Open Data day en Granada… Casi nada que celebrar (y mucho que reivindicar)

Aprovecharé este viernes para hacer un artículo más relajado y menos sesudo, que los que acostumbro a traerles a esta ventana cada semana, para decirles que estamos de celebración. Mañana se celebra en todo el mundo el ‘open data day’, el día de los datos abiertos, que se configura como una jornada de reivindicación para exigir una mayor transparencia en la información que interesa, que afecta y que repercute en la vida de los ciudadanos. Y ya que tienen que aguantar muchas veces mis quejas por la falta de transparencia y de información, fundamentalmente de las administraciones públicas, hoy les traeré una reflexión algo más ordenada en torno a este fenómeno.

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Transparencia, esa palabra tan de moda…

Ahora que la transparencia se ha puesto de moda como discurso (no tanto como valor), nos damos cuenta de las enormes carencias que sufrimos en este escenario. Recién aprobada la ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, hemos descubierto que queda un largo recorrido por hacer para conseguir una información transparente y comprometida con la ciudadanía. Porque al final, la transparencia debe ser un ejercicio de compromiso y no el resultado de una obligación.

Sin fuentes de datos abiertas, accesibles y reutilizables, la información no es del todo transparente

Pero… ¿qué quieren decir cuando dicen transparencia? Estamos acostumbrados a ver cómo los representantes de instituciones públicas, partidos políticos o cualquier otro poder fáctico acostumbran todos los días a vomitar información basada en datos que no publican, y que los medios consumen sin interrogarse, reproduciendo aquellos titulares que los gabinetes de prensa les sirven en bandeja.

La profesión, empujada por la agenda institucional que marca los timings de los contenidos informativos, carece muchas veces de tiempo y de medios para poder exigir al final de una rueda de prensa, en el turno de preguntas (cuando lo hay), la información en crudo, para poder ser analizada convenientemente y observada desde otro punto de vista. Normalmente, porque hay que salir corriendo para cubrir otra rueda de prensa de otro político, que ofrecerá suficientes datos triturados para llenar otra página de información. Y así sucesivamente…

El open data es una cuestión de ciudadanía activa

Los ciudadanos deberíamos ser los primeros interesados en exigir datos abiertos a las institucions que nos gobiernan

Vivimos ahogados en un mundo de datos difíciles de procesar, que los periodistas tenemos la obligación de descifrar y acercar a la ciudadanía y que, sin embargo, las empresas del sector mediático no entienden como algo prioritario, principalmente porque exige demasiada dedicación, y eso no es negocio. Quizá sea algo que tengamos que repensar, en medio de una profesión sumida en una profunda crisis.

Datos, datos, datos, que los ciudadanos devoramos en los medios, sin contrastar, sin confrontar, sin desmenuzar, que digerimos e interiorizamos sin ningún tipo de filtro crítico, en demasiadas ocasiones. Datos que consumimos masivamente, que dicen lo que quieren que oigamos y que esconden lo que no interesa que sepamos, cuando están maquillados, cocinados, o sutilmente interpretados. Datos que son capaces de justificar una cosa y la contraria, si es necesario.

Por eso, conseguir un mundo de datos abiertos no es solo una labor de profesionales de la información, sino que debe constituir una prioridad para una ciudadanía comprometida con la transparencia a la que aspira. Los ciudadanos son una pieza fundamental en el engranaje necesario para conseguir resultados…

La lenta incorporación del sector público al mundo de los datos abiertos

Granada, al margen del circuito de open data en administraciones públicas

Son pocas, muy pocas, las administraciones públicas que han apostado por una verdadera política de open data en sus prácticas de transparencia. Algunos de los pocos ayuntamientos que ofrecen datos abiertos sobre su gestión o sobre cuestiones que afectan a municipio constituyen la luz a seguir, por lo menos para abrir el camino, aún con sus limitaciones. Municipios como Pamplona, Zaragoza, Gijón, Valladolid, o más cercanos como el de Málaga, han comenzado un recorrido que debería ser imitado por muchos consistorios, especialmente por los granadinos, que a falta de estadística real, probablemente nos situemos en el furgón de cola de las políticas de datos abiertos.

Ni siquiera un ayuntamiento como el de Jun, con un alcalde tan techi como José Antonio Rodríguez, tiene implantado un protocolo de transparencia basado en estándares de open data, del que poder presumir como lo hace con el uso de las redes sociales. Como en todo, las instituciones públicas van a remolque de la realidad, y no quiero que parezca que esto digo por el Ayuntamiento de Jun.

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El caso del Jun puede ser el ejemplo de que, a pesar de los esfuerzos de muchos ayuntamientos, nos encontramos a años luz de ese compromiso con la transparencia efectiva, bien sea por desconocimiento, por miedo, por desconfianza o por negacionismo de una realidad que se impone y que es imparable. En este último caso incluiríamos al Ayuntamiento de la capital, al que podemos designar, sin miedo a equivocarnos, el referente anti-opendata en el ámbito municipal.

Hacer pública la información no siempre es sinónimo de transparencia efectiva y comprometida

Podría hacer una crítica más a nivel de proximidad, en este caso de la Diputación, que tanto presume de haber logrado los mayores índices de transparencia en el INDIP. A pesar del reconocimiento otorgado, la ausencia de un catálogo de datos en formato abierto en la web de la institución provincial es equiparable a la de la mayoría de municipios que aglutina, por mucho que dedique una parte de su asignación presupuestaria a campañas de autobombo en esta materia. Valga un ejemplo: Si ustedes buscan información sobre las Tasas y Precios Públicos del Servicio de Tratamiento de Residuos, el enlace les descargará un insufrible extracto de dieciocho páginas del Boletín Oficial de la Provincia, con la redacción integra, sin anestesia, de la norma que regula el servicio en cuestión.

Es más… En relación a este asunto la Diputación se encargó de publicitarse nuevamente en una campaña que habrán escuchado hasta la saciedad, haciéndonos saber que éramos la provincia que menos pagábamos por este servicio, en comparación al resto de Andalucía. Y toda esta información divulgada como si fuera palabra divina, sin hacer públicos los datasets en base a los cuales están realizados estos análisis.

No pongo en cuestión que esto sea verdad… simplemente pongo de manifiesto que carecemos de herramientas efectivas para su verificación… a no ser que descifremos los ocho boletines provinciales de Andalucía y nos encarguemos de extraer unos datos que deberían ser accesibles y reutilizables desde el día en el que se publican.

¿Es esto lo que las instituciones entienden como accesibilidad a los datos? Para consultar textos en los BOEs, BOJAs y BOPs no necesitábamos tanto debate. Eso ya sabíamos hacerlo.

Mucho trabajo por hacer…

En todo caso, si hasta ahora no lo hemos conseguido, estamos a tiempo de intentarlo. En vez de reivindicar actos de fe, sería mejor que nos dijeran: ‘Somos la administración que mejor gestiona los recursos y ahí tienes los datos, en crudo, que te lo demuestran; compruébalo por tí mismo’.

Mientras tanto, el open data day seguirá recordando la necesidad de lograr políticas de transparencia en las instituciones basadas en datos abiertos. En Granada estaremos este viernes celebrándolo en la Oficina de Software Libre de la Universidad, donde tenemos preparado un hackatón de apertura de datos de la propia Universidad, que tampoco se caracteriza por ser una institución muy comprometida con el open data. Les tendré informados…

Incho Cordero
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Incho Cordero, apasionado del periodismo de datos, al que recurro para contar historias, más allá de los fríos números y las tristes cifras. Buscando una salida a tantos datos que muchas veces no dicen nada, o tienen demasiadas interpretaciones y a las estadísticas que confunden, cuentan realidades parciales y sesgan la percepción de la realidad que nos rodea.

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